Quizá porque está bañado por el mar Mediterraneo, o porque conserva los templos romanos y santuarios fenicios más antiguos, o incluso porque en sí mismo es una mezcla enorme de culturas. Por cualquiera de esas razones o por todas a la vez, El Líbano sabe a cocina exótica.
Su gastronomía es una adaptación de la turca y la árabe con pizcas aquí y allá de la francesa. Es rica en especies y sabores, y es siempre cambiante, pues cada región da su propia sazón, haciendo así que una misma comida resulte distinta según donde se prepare.
Hojaldre, trigo, quesos, pepino, yogurt, piñones, nueces, tomates, pimentones, ajo, cebollas, semillas de girasol, ajonjolí, orégano, clavo, canela, pimientas, perejil, hierbabuena, albahaca, olivas, aceites, vinagres. Son ingredientes que siempre están presentes entre los platos pero que nunca saben a lo mismo, pues con cada mezcla es como si adquieran toques mágicos y diferentes.
El Líbano es un país que propone en colores y que encuentra en la gastronomía un símbolo de hospitalidad.
¿Para el plato fuerte?
El Mezza
En esta delicia se destaca el Hummus, crema vegetal hecha con garbanzos y el Labnne, prepación a base de queso cremoso. Se presenta también el pimentón que es una herencia siria, el tabuleh como ensalada tradicional y el kibbeh que no puede faltar cuando se trata de una preparación salada y típica.
¿Para tomar?
Café Libanes
Los aromas increíbles y la fuerza del sabor de esta bebida vienen de su mezcla de granos árabes blancos y negros. Es una variación del café turco, que presenta matices muy propios de la cocina del país. Va siempre acompañado de frutos secos tostados.
¿Y para el postre?
Blakava
Este es el postre típico de El Líbano y es además la forma perfecta de terminar cualquier comida. Pedacitos de pistacho y almendras componen este pequeño pastel de hojaldre que siempre va bañado en almíbar o miel.